

La descarnada es un espíritu vengativo que seduce a los hombres con su gran belleza y cuando se acercan a ella les revela su verdadero rostro, podrido y en descomposición hasta el punto de convertirse en un esqueleto viviente…
La versión más conocida de La Descarnada viene de El Salvador y tiene como escenario las carreteras de dicho país, sobre todo a la que va de Santa Ana a Chalchuapa.
En las carreteras desoladas solía aparecer una mujer de gran belleza: sola, con ropas provocativas y actitud sensual y coqueta, haciendo autoestop al borde del camino, esperando al incauto que la recogiera.
Una vez que el hombre (sólo tentaba a los varones)-ante la oportunidad de tener una aventura con la mujer- detenía su coche y le preguntaba a dónde iba, la misteriosa mujer respondía siempre que a un sitio no muy lejano, localizado apenas a pocos kilómetros. Así, los hombres nunca dudaban en subirla; pero, ya dentro del vehículo, la mujer empezaba a mirarlos de manera provocadora, a realizar movimientos tentadores y a seducirlos.
Según cuentan, todo aquel que la llegase a ver quedaba en estado de shock: confundido, incapaz de hilar palabras que pudiesen explicar lo sucedido; presa del miedo absoluto, como si acabase de despertar de la más vívida pesadilla.



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Cuenta la leyenda, que en un pueblo muy aislado de toda civilización, un Jinete acostumbraba a recorrer por las noches en un caballo muy hermoso. La gente muy extrañada se preguntaba por qué este hombre hace algo tan raro muy tarde, ya que, no era usual que alguien saliera y mucho menos por las noches a hacer ese tipo de recorridos. Una noche, que estaba muy oscura y con fuertes relámpagos, el Jinete desapareció sin dar señas de su desaparición.
Con el pasar de los años, la gente se olvidó de él hasta que un día, en una noche similar cuando desapareció, se escuchó nuevamente la misma cabalgata de aquel caballo y su Jinete. Las personas que sintieron curiosidad, se asomaron para ver quien era, y no era otro que al mismo Jinete que estaba cabalgando en su Caballo por las calles, hasta que de pronto, un rayo cayó, e iluminó al Jinete demostrando, que no tenia Cabeza.


